Si me atengo a lo legítimo el apellido es categórico.
Pero yo hablo del hombre de su nombre aunque el nombre sea un impuesto (porque sé de algunos arreolas).
El mimo a su palabra me lo hace irreprochable. Su prosa me huele a momento culinario: asar pimientos mientras hiervo un poco de café.
Nadador sin chapoteo difícilmente lo concibo en riesgo de zozobra. Aventurado y varonil noticia con la magia lo casto y su erotismo.
Y es maestro sin contradicción ni sucursales (hablo de refinamiento.)
El gusto por su condimento me hace caro su oficio lleno de merecimientos y lo encuentro sano, cordial y novedoso.
1960